Cuando la memoria respira en comunidad: el primer taller Mnemos en la Fundación Navarro Viola
Una experiencia de estimulación cognitiva y afectiva que confirmó lo que siempre sospechamos: la memoria no está en la cabeza, sino en los vínculos que seguimos sabiendo cuidar.
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Occ. Elad Abraham
10/13/20253 min leer


Hay días en los que el trabajo se parece peligrosamente a una promesa.
El primer taller de Mnemos en la Fundación Navarro Viola fue uno de esos días. No porque todo saliera perfecto —nunca lo hace—, sino porque algo se encendió entre las palabras, los silencios y las risas. Coordinamos junto a Ana Clara y Daniela, en una sala que respiraba historias, con la sensación de estar participando en un pequeño acontecimiento que, sin decirlo, ya sabía que era importante.
El taller se llamó Raíces de la Memoria, aunque en verdad podría haberse llamado “raíces del encuentro”. Las participantes —todas mujeres, todas memoriosas— llegaron con la elegancia de quien sabe que no viene a aprender, sino a reconocer lo que ya sabía. Lo nuestro fue apenas proponer un marco: un juego, un disparador, una consigna. Ellas hicieron lo demás. La memoria, cuando se siente invitada, aparece sola.
En Mnemos sostenemos una idea obstinada: la estimulación cognitiva no es gimnasia mental, sino conversación profunda con la vida. Por eso el humor, los juegos de palabras, los refranes, las asociaciones libres. Detrás de cada dinámica hay una hipótesis filosófica: que recordar es un acto político, y que el olvido no es una falla, sino una forma de defensa. En ese borde, entre lo que se borra y lo que vuelve, trabajamos.
Durante la primera ronda, alguien dijo: “Hace mucho que no me reía así”. Otra contestó: “Hace mucho que no me escuchaban así”.
Esa fue la medición más precisa del día. No los gráficos, no las estadísticas: la risa y la escucha como indicadores de vitalidad.
A veces parece que estamos inventando un método nuevo, pero en realidad sólo estamos recuperando lo que las comunidades sabían antes que llegaran los protocolos: que pensar y querer van de la mano.
Nada de esto habría sido posible sin la confianza de Julieta Valiente y Analía Fariña, de la Fundación Navarro Viola, que abrieron las puertas —literal y simbólicamente— para que esta experiencia sucediera. Su gesto fue más que una gestión institucional: fue una forma de decir “probemos, veamos qué pasa”.
Y cuando una institución se anima a decir eso, ya está haciendo innovación, aunque no lo llame así.
En lo personal, coordinar este taller fue también una forma de volver a aprender. Aprender que las personas mayores no están esperando actividades, sino encuentros verdaderos. Que un cuadernillo bien pensado puede ser una excusa para hablar del tiempo, de los nietos, del amor o del miedo. Que la inteligencia no se pierde con los años: a veces sólo necesita que alguien la mire con ternura para volver a mostrarse.
Los juegos de Mnemos, los desafíos semanales y los libros nacen de esa intuición: que el pensamiento necesita alegría.
Y si la ciencia habla de plasticidad neuronal, nosotros hablamos de plasticidad emocional, esa capacidad de seguir sorprendidos.
Tal vez eso sea, en definitiva, el entrenamiento mental: no perder el asombro, ni la capacidad de reírse de uno mismo mientras se piensa el mundo.
El primer taller Mnemos en la Fundación Navarro Viola fue apenas el comienzo de algo más grande: una manera de seguir tejiendo vínculos entre la psicología, la cultura y la comunidad.
Lo hicimos con respeto, con humor y con la convicción de que la memoria —cuando se comparte— se vuelve luminosa.
Y si, como decía Nietzsche, la madurez es recuperar la seriedad del juego infantil, entonces podríamos decir que en esa sala, por unas horas, jugamos en serio.
Apuntes sobre "Raíces de la Memoria", junto a Fundación Navarro Viola.
Córdoba 2974, Rosario, Argentina